A los 15 años, Hanna creía que Dios le había dicho que triunfaría en la industria del espectáculo. Audición tras audición, y aparentes fracasos sobre fracasos, resultaron en dudas, sentirse perdida e insegura de quién era.  

“No sé quién soy sin esto”. 

Se casó con Jason, y unos años después tuvieron una hija. Se entregó a la maternidad, pero en medio de batallar con depresión después del parto, encontró que su matrimonio comenzaba a desmoronarse debido a la mala comunicación y el dolor. 

“Comencé a creer que no me amaba, que había fracasado, y que nunca sería suficiente para él”. 

Al luchar con la angustia y el sentido de fracaso y rechazo, Hannah encontró algo más grande que hizo que la lucha valiera la pena.