Un día, durante un tiempo de descarado racismo y prejuicio en los Estados Unidos, un joven negro enfrentó al realidad de quién era y quién había llegado a ser.

“Mi vida cambió aquel día”, dice Ken Hutcherson, ex jugador en la Liga Nacional de Fútbol. Creció creyendo que “No se puede confiar en los blancos”, y esta incredulidad se convirtió en una lucha diaria en su niñez y una guerra cuando llegó a ser adulto.

Sufrir segregación y discriminación, escuchar que no era suficientemente bueno, tener que sentarse en la parte de atrás del autobús y ser violado físicamente reforzó la perspectiva de Ken. Lo obligó a desquitarse. Lo obligó a odiar. “Estaba motivado por el odio”. 

No fue hasta que Hutcherson fue enfrentado con otra realidad que todo cambió. Supo quién verdaderamente era y en quién se había convertido. Supo quiénes realmente eran “ellos” y que no era solamente los blancos. Vio que el odio no era el camino. Ahí fue cuando aprendió a amar. Ese es el poder que lo cambió. “El amor me cambió”.